En mi estudio de joyería la artesanía y el diseño se unen para dar vida a joyas únicas, joyas con vida, pura expresión emocional.

Es difícil calcular las horas de trabajo invertidas en cada pieza, sobre todo porque el trabajo no empieza cuando te sientas a elaborar la joya.

Es un trabajo continuo, un proceso que hay que alimentar cada día, observando con serenidad los detalles de todo lo que nos rodea, ya sea la fachada de un edificio, la sombra de un árbol, el ajetreo de un lunes por la mañana o disfrutar de una melodía con un café. La inspiración está en los lugares más insospechados y por eso siempre intento estar receptiva.

El proceso de crear es lento y exigente pero cuando las piezas encajan y soy capaz de darle forma y materializar una idea es cuando se produce la magia y todo cobra sentido.